De la verdad

REFLEXIÓN

Conforme pasan los años, y aquello a los que se le conoce como «vejez» va tomando un significado temiblemente allegado y personal, el hombre busca formar una explicación a su propia existencia. ¿Por qué está acá? Tal vez no en un sentido general, sino uno particular, como ese mismo sentimiento de longevidad.

Esa explicación, quizá, será una que le brinde satisfacción, tal como lo haría una proposición cotidiana, sólo que ésta será de una dimensión considerablemente mayor. Para entendernos un poco mejor, tomemos un ejemplo sencillo: una casa.

  • Este objeto es una casa

Por determinadas catacterísticas, a una cosa se le podrá llamar «casa», y cuando mencionamos la palabra el receptor del mensaje construirá en su mente una abstracción construida por sí mismo, quizá el de su propia casa o un simple cuadro con un triángulo encima.

  • La casa es verde

Salvo que seamos ciegos, la convención de «verde» es igualmente ineludible. Sin embargo, así como lo hay para el color, también se puede matizar la respuesta, y decir «la casa es esmeralda», o «la casa es jade», haciéndola más precisa, pero sin embargo no más verdadera.

  • La casa es grande

Aunque la mayoría de la población acuerde que un objeto tenga determinado tamaño, es preciso señalar que existen cosas relativas a la condición de los que acuerdan que una casa sea grande o no. Bien sea estatura, estrato social o incluso la misma definición de casa.

Cosas sencillas como el ejemplo de la casa nos da una visión importante de lo que es la verdad en el ser humano. La importancia del lenguaje, como decía Heidegger, es imprescindible antes de acceder al conocimiento, sin que éste, por supuesto, sea necesariamente verdadero.

Lo importante es que existe la necesidad de reconocer que existen dos tipos de verdad: aquellas que se demuestran por hechos, es decir, «la casa es verde» o «él pegó primero», o las que simplemente se acuerdan por convención social, como «este individuo es un buen presidente», o «la virgen María apareció en mi galleta la semana pasada».

Sin embargo, y remontándonos a la problemática inicial, vemos que el propósito de la existencia, a la que necesariamente se le exige una verdad, elude estas dos categorías. ¿Acaso será que, como decía ese programa de nuestra niñez, la verdad se encuentra en los libros? Una gran fuente de sabiduría, sin duda, pero hermenéuticamente es imposible alcanzar esa verdad.

¿Un poco de ontología, quizá? Las elucubraciones mentales ayudan en un sentido general, pero termina confundiendo gravemente. Así como la teoría del ser nubla esa visión, la teología definitivamente arruina el proyecto sartreniano: lo deja en ruinas, arruina la verdad humana.

Lo que nos queda es la heurística, esa ilimitada fuente de innovación y descubrimiento, sólo aprehensible a través de la experiencia. Conforme se va viviendo, entonces, a medida que se alcanza esa «vejez», es que la verdad se conoce.

No hay absolutos (y, por favor, no piensen esa tontería de «eso es un absoluto» porque lingüísticamente se podría demostrar que la nada y el todo son lo mismo). Quien piense aquello se encontrará un día con la triste eventualidad de que sus principios se contradicen aunque sea en una pequeña fracción, la necesaria para tumbar un castillo de naipes.

La verdad es, entonces, un concepto personal, una conciliación consigo mismo. Entre todas las cosas es una que el hombre, por simple necesidad de sentirse útil, requiere para justificar su existencia.

Así que, mientras ese concepto llega, no hay necesidad de privarse. Hay que continuar, por simple voluptuosidad, viviendo.

~ por Juancho H. en julio 28, 2009.

2 respuestas to “De la verdad”

  1. Salvo que seamos ciegos, la convención de “verde” es igualmente ineludible.

    O en mi caso que soy daltónico.

    Tu planteamiento me recuerda a Platón, la búsqueda de la verdad pasando primero por el relativismo y la subjetividad para innatamente trata de encontrar aquella que abarque todo…

    A día de hoy sólo la ciencia puede tener verdades absolutas… y casi diría que sólo en parte porque conforme avanza…

    • Sólo aquellas que llamamos ciencias «duras» pueden abarcar la naturaleza entera. Sin embargo, como bien dices, en la medida que la ciencia avanza los postulados científicos se van complementando.

      Las nociones propias de los hombres son, sin embargo, anexas a la perspectiva. Por ejemplo el hecho de que tú veas el verde diferente, pero consciente por esa desafortunada limitación sabrás cuál color es cual, a veces por convención social.

      Gracias por tu aporte, amigo.

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